Nadie está exento de ser víctima de una catástrofe natural. Por lo tanto, la reducción del riesgo de desastres concierne a todo el mundo, desde los campesinos hasta los jefes de estado, desde los banqueros hasta los abogados, desde los meteorólogos hasta los jefes de medios de comunicación.
Los desastres naturales son inevitables, pero los daños que estos causan pueden minimizarse; en cambio, la vulnerabilidad social, económica y ambiental puede exacerbarlos.
Durante los últimos 20 años, mas de 1,35 millones de personas han perdido la vida como resultado de la vulnerabilidad y la exposición a amenazas naturales, en especial mujeres y ninas. Si bien no todas las amenazas naturales generan consecuencias devastadoras, una combinación de factores naturales, culturales, sociales y políticos contribuyen a que se originen desastres.
La mayoría de muertes a causa de desastres naturales se deben a eventos meteorológicos en especial, inundaciones, tormentas y olas de calor, y han duplicado sus cifras en las últimas decadas. Otra parte importante se da por eventos geofísicos extremos, en especial terremotos, pero también tsunamis y erupciones volcánicas.
Por estos motivos se estableció el segundo martes de octubre como el Día Internacional para la Reducción de Desastres, con el propósito de concienciar a los gobiernos y a las personas para que tomen medidas encaminadas a minimizar estos riesgos, como su prevención y mitigación, e incluyan actividades de preparación.
La campaña de 2018 que lleva a cabo la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) forma parte de la campaña de Sendai 7, que se centra en las siete metas mundiales del Marco de Sendai y busca transmitir el mensaje de que los desastres tienen un costo humano y la reducción de las pérdidas económicas que estos ocasionan puede transformar vidas.