Los conflictos armados, además de provocar sufrimiento humano e incontables daños materiales, también toman como víctima al medio ambiente. La sociedad moderna conoce a la perfección los daños materiales y humanos que la guerra provoca, ya sea del lado ganador o de los vencidos. Las cicatrices que dejan los conflictos armados tardan mucho en sanar. Pero, hay una herida que hemos ignorado por mucho tiempo: los daños ambientales.
El 6 de agosto de 1945, el avión bombardero Enola Gay lanzó la primera bomba atómica de la historia sobre la ciudad de Hiroshima, “Little Boy”. Tres días después, Fat Man fue utilizada para atacar Nagasaki. El 15 de agosto, el emperador japonés Hirohito anunció la rendición incondicional de su imperio, alegó que este acto era necesario para evitar no sólo la destrucción de su imperio, sino también la destrucción de toda la civilización humana.
Las palabras del emperador no fueron exageradas, se estima que ambas bombas terminaron con la vida de más de 200 mil personas, miles de ellas muriendo de manera instantánea y otras a causa de las terribles secuelas.
;»>El medio ambiente también pagó las consecuencias: el agua y el suelo de la zona fueron contaminados con altos niveles de radiación y ambas ciudades casi desaparecen por completo. En la actualidad tanto Hiroshima como Nagasaki están habitadas, pero la radiación persiste en la zona y los descendientes de los sobrevivientes muestran enfermedades y malformaciones.